El networking colombiano

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Networking es una de esas palabras que a los colombianos nos producen micro orgasmos. Es parecido a buscar conexiones, tener palancas, gozarse un parche, tener una tía que, hablar con un viejo conocido del colegio para...

Yo, en esto del networking, soy un tipo raro porque aunque me encanta hacer favores, nadie me los pide porque mi nivel de conexiones es casi nulo. La sabiduría popular dice que Dios le da pan a quien no tiene dientes, pero en verdad, en cuestión de vínculos e influencia soy mueco y desmueletado.

Tampoco soy bueno pidiendo favores porque odio la idea de caer en la lagartería y porque creo que los amigos no necesitan que uno les pida un grito de auxilio para que corran en nuestra ayuda para hacerlo, y los que necesitan que se los diga, son apenas conocidos, accidentes de la vida a los que no vale la pena incomodar. Entonces, los amigos no cuentan como networking porque con ellos nos une un lazo irrompible e incorruptible que no merece explicaciones. La amistad es melodrama, pero es amistad al fin y al cabo. Es amor puro, que no grita, que no jode, pero con el que definitivamente usted no quiere amanecer entrepiernado.

A mí me encanta hacer favores, pero nadie me los pide porque mi nivel de conexiones es nulo

Pero sigamos con el networking. Siempre entendí  que era una inmensa red colaborativa y sobre todo diversa, en la que todos estábamos dispuesto a oír, a escuchar y a eso que los vendedores de libros llaman un gana-gana. Sé que en otras culturas funciona de esa manera: los gringos, tan pragmáticos siempre, escuchan una propuesta porque entienden que en donde menos se espera puede haber una oportunidad para sacar provecho. Los chinos y los japoneses siempre tan respetuosos, oyen con atención y si les interesa lo que dice el otro, lo dicen firme y claro. Si no les interesa, también. En Colombia, sin embargo, funciona al contrario:¡Cuándo nos vemos para sacarte una excusa! ¡Mándame tu propuesta para engavetarla! ¡Pásame tu hoja de vida para ni siquiera hojearla !

¿No se han pasado por Linkedin estos días? Se supone que es la red social de networking por excelencia donde la gente se conecta para hacer negocios, ampliar conocimientos, aprender cosas, hacer emprendimiento social.Carreta, física y pura mentira, porque Linkedin es como un Facebook pero de logros profesionales, un tendedero de  vanidades donde se machaca lo bueno que somos, lo mucho que hemos hecho. A diario veo a cientos de personas pidiendo una oportunidad laboral o solicitando un contacto. Vaya y pida una cita para exponer una idea y sabrá en carne propia lo que es ser ignorado. No entienden que uno está pidiendo unos minutos del  tiempo de los otros y no la vida entera para casarse, ni que le cuiden a un hijo un viernes en la noche, ni que le donen un pulmón. Tan atareados, tan ajetreados y tan afanados. ¡Ocupado el Papa y sigue dando audiencias!

Linkedin es un tendedero de vanidades, igualita a Facebook y a Instagram

Hacer networking cuando a usted le está yendo bien es muy fácil, como es fácil ser pájaro en un bosque o postre en un almuerzo . Sin embargo, cuando usted está en sus horas bajas, es un drama, una calamidad, una quimera, una utopía, porque a los colombianos sólo nos gusta relacionarnos con quien le vaya bien o tenga algo que ofrecernos. Aparte de “picados” somos arribistas, ambiciosos e interesados.

Hacer networking sin escuchar a los demás, es un “pajazo” mental, una pose, pura prosopopeya marketera. Hay que entender que de lo que se trata es de saber que los demás son diferentes y ahí está su gran riqueza. Que decir no, también es una posibilidad, pero que hacerse el loco, no contestar, ignorar como si los demás no existieran, es por lo menos una falta de educación, por no decir que es una severa cabronada.

En el networking uno no quiere que le regalen nada, ni que lo adopten, ni que lo protejan, ni que lo patrocinen, tan solo que lo escuchen, porque es una reunión entre iguales en la que todos puedan salir beneficiados. Por eso, yo en verdad prefiero a los amigos con los que compartía una gaseosa con boronas sin pedirme nada a cambio y a los que bastaba chiflarles en la ventana para que corrieran presurosos a ver qué necesitaba.

Autor: Mauricio Liévano

Ver más en: El Tiempo

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