Jóvenes, como John Alarcón, transforman su vida gracias a la educación y el emprendimiento.
El programa ‘La universidad en el campo’ ha entregado a 3.581 jóvenes la posibilidad de titularse como técnicos y tecnólogos. Gracias a esta iniciativa, han encontrado la manera de potenciar sus habilidades y devolverle al campo un poco de lo que él les ha entregado.
No todos lograron formar empresa. Sin embargo, muchos han encontrado en los libros el conocimiento que necesitaban para darle rienda suelta a sus sueños. Ese es el caso de Jhon Faiber Alarcón, un joven de 22 años oriundo de la vereda La Cabaña, en Riosucio, que tras graduarse como tecnólogo tiene su propia empresa de apicultura en la que se dedica a preservar las abejas que después le permiten fabricar miel pura y polen.
Desde pequeño Jhon veía como su padre y su tío cuidaban con esmero los únicos dos enjambres de su finca, preguntándose si algún día podría manejarlas así, sin miedo. Con los años las abejas desaparecieron entre los oficios de la finca cafetera y se convirtieron solo en un recuerdo.
Años después, cuando Jhon tuvo que pensar en una idea de negocio para proponer en sus clases, recordó las abejas y la curiosidad que siempre sintió por ellas. Así, con el apoyo de su padre inició con “La Ermita”, la empresa a la que le ha dedicado siete años de su vida y, espera él, muchos de los venideros.
“Me preguntan por qué no me voy a la ciudad y respondo que mi vida está en el campo, en esta vereda. Mi sueño está en mi empresa, administrarla, dar empleo y motivar a quienes apenas empiezan”.
Apoyándose en la experiencia de su padre y en sus nuevos aprendizajes, Jhon Faiber tiene ahora 32 enjambres que le han permitido prosperar hasta el punto de pagar el crédito que le concedieron gracias a su idea.
Su secreto ha sido perseverar y soñar en grande. “Vivimos en un entorno donde las personas no creen en ti. Dicen que estás loco, que tu sueño es demasiado. Pero eso no ha sido motivo para parar, al contrario, nunca dejo de mirar hacia adelante. Será el tiempo quien demuestre de lo que uno es capaz”
Las abejas y Jhon tienen una relación estrecha. Tras sus ojos, estos insectos se ven como no los vería quien le teme a su aguijón. “Aprendí a quererlas y cuidarlas. Disfruto verlas trabajar y trabajar con ellas. Hay quienes dicen que cada abeja es un ángel y como tal hay que tratarlas.”
Su relación se basa en una entrega recíproca. Jhon las cuida y las defiende de la caza constante a la que se han visto sometidas por cuenta de los agroquímicos. Y ellas polinizan los cultivos, recogen el néctar y le entregan la materia prima de su negocio. Cuando no está entre cafetales o enjambres, Jhon está dibujando, jugando futbol o escribiendo. O probablemente está estudiando, leyendo de nuevas especies, productos u oportunidades para expandir su empresa.
Este joven se decidió por su sueño de niño, el que hoy lo deja sonreír de orgullo. Que le permite mirar a atrás y complacerse de lo que ha hecho, sin dejar de pensar en lo que tiene por delante. “Hoy me siento feliz, recuerdo lo que era hace 4 años. La etiqueta, los implementos, la maquinaria y me alegro de ver cuánto hemos progresado”.
El resultado de esa comparación es el combustible de Jhon. La razón por la que quiere seguir entregándolo todo por este proyecto que lo lleva a mejorar cada día y trabajar para mostrarle al país que lejos de la ciudad hay jóvenes con ideas para hacer del campo una opción de vida próspera y sustentable.
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