Inmigrantes venezolanos crecen en la industria gastronómica en Chile

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Escaparon de la violencia y el desastre económico venezolanos y en poco tiempo han logrado posicionar sus negocios como proveedores de restaurantes y hoteles. Queso llanero, pie de parchita y chuletas ahumadas están entre sus especialidades.

Proveniente de Caracas, César Ochea (39) se instaló en Chile con su mujer Eurelis (34) hace un año y un mes. El embarazo de Eurelis detonó su partida de su país, ya que temían tener a su primer hijo en el alicaído sistema de salud venezolano. Ella es ingeniera y él profesional en comercio exterior. Antes de decidir venirse a Chile, al visitar familiares que ya vivían en nuestro país, César notó que faltaban productos ahumados como los que disfruta en Venezuela. Así que al emigrar a Chile, el caraqueño ya tenía pensado que pondría un negocio para explotar ese nicho. Y así nació «La Chacinería».

Con este emprendimiento abastecen de distintas carnes ahumadas y embutidos, como tocineta, morcilla, chorizos parrilleros, hamburguesas y chuletas ahumadas, a restaurantes y minimarkets venezolanos y hoteles, además de poseer un » food truck » en el strip center Portal Colina. Este camión les ha permitido dar a conocer sus productos a los chilenos. César Ochea señala como su valor agregado un proceso de ahumado «más artesanal» y «menos químico», en el que usa aserrín de raulí y roble, «respeta los tiempos» de la carne y aplica una mayor variedad de especias que lo que acostumbra la cocina chilena. De preparar en un inicio 5 kilos a la semana, en 13 meses pasaron a 150 en la actualidad. Así, César se declara contento de «luchar porque los venezolanos tengan un poquito de su tierra aquí», y agradece el apoyo del Centro de Negocios de Colina, y su proveedor de carne, Productos Galdames.

Como ellos, son varios los venezolanos migrantes que se han dedicado a la gastronomía en Chile, en principio para sus compatriotas, pero cada vez más también para los mismos chilenos.

Mariana Salazar (26) y su novio Jean (26) llevaban tres años con un emprendimiento de pies y pasteles en Mérida, en el oeste de Venezuela. Pero luego de que secuestraran a uno de sus clientes y fuera asaltada su cafetería, decidieron venir a Chile. «A nosotros nos saca de Venezuela la inseguridad», explica Mariana. En los tan solo seis meses que llevan en Chile -señala- han logrado el nivel de negocios que les costó tres años en Venezuela.

«Porque siempre he vendido algo, cualquier cosa. En el colegio vendía caramelos. Ahora tengo una empresa en miniatura», indica Mariana. Estudió ingeniería, pero se retiró a mitad de la carrera. Entró en una escuela técnica de hotelería y servicios en Mérida, y se especializó en aprender cocina. «Siempre quise hacer negocios, pero no sabía qué». Lo clave fue encontrar un nicho donde no había mucha competencia. Y lo encontraron, junto a Jean, en la producción de pies , con «La Piezería», mismo nombre que hoy usan en Chile.

Mariana señala que hoy producen unas 15 tartas a la semana, contra tres de sus inicios. En ellas también incluyen ingredientes chilenos, como su nuevo cheesecake de pululos (forma de maíz tostado, popular en el norte de Chile). «Ahora queremos probar haciendo una de huesillo». ¿Lo que más vende? Pie de parchita, más conocida en Chile como maracuyá. Su producción va de momento principalmente destinada a restaurantes venezolanos, aunque también reciben pedidos a domicilio a través de Instagram.

¿Por qué Chile? «Leíamos que había muchas oportunidades, que tomaban en cuenta a los emprendedores, que era un país en pleno desarrollo. Apostábamos a que iba a ganar Piñera y que eso iba a abrir más las oportunidades. Y de verdad, no nos equivocamos». La emprendedora detalla también que a los chilenos les gustan los pasteles un poco más dulces que a los venezolanos. Lo descubrió gracias a degustaciones que improvisó en los parques Bustamante y O’Higgins de Santiago -explica- antes de decidirse a aumentar su producción.

Irance López (34) lleva dos años y tres meses en Chile, pero recién en enero comenzó a producir quesos. Es contador, pero trabajaba en Santiago como administrativo, cuando notó que la oferta de quesos venezolanos en Santiago no era mucha y había poca competencia.

«Era una necesidad que el venezolano tenía. El desayuno, la cena, se hace con queso», dice. El más popular es el queso llanero, que se usa rallado sobre pasta, arepas, pabellón y pastelitos, entre otros platos, detalla. Con su esposa y primos, el natural de Maracay, en el estado Aragua, decidió probar suerte y ofrecer afuera de la Vega Central cuajada, un producto parecido al queso fresco. Resultó, y pasaron a vender queso a través de internet. Para ello, arrendaron en un fundo en el sector de Melipilla tanto el lugar como la maquinaria necesaria.

Una característica que diferencia los quesos venezolanos de los que se comen en Chile es que los últimos saben relativamente más dulce. Por eso decidieron llamar a su emprendimiento «El Salaíto». Irance explica que buscaron la forma de que el queso supiera «lo más parecido al original» que tienen en Venezuela, pese a que el alimento, los cuajos y hasta las vacas son diferentes.

Venden su producto a restaurantes venezolanos, pero buscan expandirse al paladar chileno, especialmente con el queso tipo paisa, que hacen en una versión menos salada que en Venezuela. Empezaron con 15 kilos a la semana, y ahora están produciendo tres veces más. «Chile nos ha recibido muy bien, con grandes oportunidades, y no las hemos desperdiciado», concluye.

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