Cada emprendedor es diferente, al igual que la manera de llevar a cabo la idea. Es probable que nadie siga el paso a paso que los libros recomiendan; algunos empezarán por el paso cuatro, hasta encontrarse un consultor que les indique el primero. Lo cierto es que, sin importar la regla que sigamos, es primordial tener una idea clara.
Decidí emprender por la razón que la gran mayoría en este país lo hace: quería mi propio negocio, no depender de un jefe (especialmente esta razón), generar más ingresos para mí y tener una empresa exitosa. Tenía claro que, en lo que quisiera emprender, debía ser en lo que sé hacer y además disfruto, así que la producción de contenidos audiovisuales era lo ideal.
Por alguna razón, y parafraseando los mentores de liderazgo, “el universo te pone en el camino lo que estás buscando”. Encontré los socios que necesitaba: un viejo amigo conocido de la universidad en quien siempre he depositado mi confianza y, además, tan empírico como yo; un experto en finanzas apasionado por el cine que me recomendaron y una periodista con el sueño de triunfar en lo que ama hacer.
Sí, parecía el equipo ideal. Nos unía el mismo sueño por emprender y contar las historias de los emprendedores para inspirar a los nacientes empresarios de este país y así poder aportar un cambio económico en nuestra sociedad, generando empleo y transformando los nuevos líderes innovadores. Sonaba como un cuento de hadas y parecía maravilloso porque, de un momento a otro, las puertas se iban abriendo fácil, las entidades estatales y privadas que apoyan el emprendimiento efectivamente nos daban cita para conocer nuestra idea, la imagen corporativa estaba tan bien diseñada que nos sentíamos orgullosos de nuestro logo que ya era reconocido.
Primer error que cometimos: en realidad no teníamos capital para iniciar, pero logramos que un diseñador nos diera crédito, la gran mayoría de emprendedores tienen un diseñador dentro de su equipo de trabajo o incluso ellos mismos lo hacen; pero nosotros queríamos irnos por lo alto desde el principio. ¡Lo hicimos! Teníamos una página web, en construcción, porque aún no había contenido; así estuvimos por varios meses buscando EL CONTENIDO.
Escuchábamos las historias de los emprendedores que entrevistábamos y nos inspiraban, realmente nuestro corazón nos decía que íbamos por buen camino, llegaron muchos asesores y recibíamos cumplidos y aplausos enalteciendo la idea, entre otros halagos. Dentro del pequeño ecosistema emprendedor ya conocíamos a todos, porque asistíamos a cada evento que hicieran.
Una sociedad es como un matrimonio, pero en este caso éramos cuatro. Si una relación de dos es compleja, ahora imaginen poder entender la crisis de cada persona, y es que nunca están de más, el día a día nos exige el sustento, necesitamos comer, movernos en la ciudad, pagar un arriendo, mantener nuestros hijos, nuestros padres o las obligaciones que tengamos. Yo seguía persistente, siempre con la fe en que iba a ser un éxito, además tenía el apoyo de mi familia, así que jamás sentí ese “valle de la depresión” por la que suelen pasar los emprendedores. Pero mis socios sí, me terminaron en varias ocasiones cada uno de ellos, decidían irse y luego yo les pedía que volvieran, porque esta vez por fin había encontrado el modelo de negocio que tanto nos había costado tener.
Hice una cantidad de CANVAS incontables, conocí consultores, asesores, coach en emprendimiento, profesores, etc. Incluso obtuve el premio mayor al que todo emprendedor apunta: conseguir inversión. Así fue, tenía casi un boleto para México, todo esto en un año. Es increíble cómo se hacen realidad todos los sueños cuando se trabaja por ellos.
Honestamente no sé en qué momento todo lo que parecía una perfecta película de Hollywood donde el héroe completa su viaje consiguiendo el tan anhelado santo grial, se derrumbó. La inversión finalmente no se dio, salimos afectados por la elección de Trump, no teníamos ventas, porque jamás habíamos hecho una y, si a este punto todavía se pregunta de qué se trataba la idea, yo también estaba buscando la misma respuesta.
Nunca pudimos clarificarla, cada uno tenía algo diferente en la cabeza. Habíamos hecho dibujos, planos, presentaciones y hasta proyecciones financieras de un modelo de negocio que ninguno tenía claro. Al final, como en las relaciones de pareja cuando se ha terminado y vuelto varias veces, decidimos cerrar el ciclo, no tenía sentido seguir manteniendo viva la esperanza de un negocio sin propósito y sin un verdadero motor.
Yo veo el emprendimiento como un estilo de vida, no únicamente porque pueda ser independiente o ser mi propio jefe, sino porque realmente me impulsa a creer en mis sueños. Tal vez parezca fácil decirlo porque no tengo hijos y ninguna responsabilidad, probablemente algún día los tenga y no quiere decir tampoco que no me guste emplearme, lo he hecho en varias oportunidades y lo seguiré haciendo siempre que lo necesite, no está de más si cada paso que das en la vida te lleva a dónde quieres estar.
Autor: María Acero Vega
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