La fórmula del emprendimiento en Colombia parece complicarse cada vez más. Incentivar el espíritu emprendedor parece todo un reto a la hora de motivar a las ideas de negocio, bajo una escasa oferta de recursos, dificultades de financiamiento y una limitada oferta de oportunidades.
Ante la incertidumbre que se sufre por la subida del salario mínimo para el otro año y la propuesta de la Ley de Financiamiento, muchas personas han pensado en los emprendimientos como la mejor opción para enfrentar dichas vicisitudes de cara al 2019.
El problema realmente es el duro panorama que se posa para las empresas más jóvenes, dados los altos índices de mortalidad empresarial. Es decir, año por año se vuelve más difícil sobrevivir al mercado colombiano por temas financieros, tributarios y normativos, que imposibilitan a muchas Mipymes una supervivencia superior, si quiera, a más de 5 años.
La triada espíritu emprendedor – modelo de negocio – mecanismos de financiación parece ser más y más débil en una de sus aristas. Los financiadores aún no logran superar la rigidez organizacional que padecen en el desarrollo de soluciones para las necesidades particulares que se presentan por negocio. Ni siquiera para aquellas ideas de negocio que, a simple vista, son consideradas de alto potencial de crecimiento. Aunque la oferta es muy amplia y variada para financiar al emprendedor, la dificultad de acceso y el riesgo asociado limita el cruce con la demanda por parte de los futuros empresarios.
Infortunadamente, estos casos de emprendimiento son una minoría. Los modelos de negocio que realmente logran impactar los niveles de riqueza y empleo son muy pocos en Colombia, dado que no se cuentan con las competencias necesarias y requeridas. Dentro de estas, las más importantes que se presentan en emprendimientos de alto crecimiento y valoración son la educación, la experiencia y el acceso a otro tipo de recursos a lo largo de sus vidas que potencien las ideas exitosas.
No obstante, el emprendedor tiene opciones para financiarse bien sea con deuda o buscando recursos de inversionistas que se vean interesados por su idea de negocio. Por lo general, la primera opción termina saliendo un poco más barata que la segunda, permitiéndole al emprendedor mantener el control sobre las decisiones de su empresa. Sin embargo, recuerde que un exceso de deuda le expone a un mayor riesgo.
Y aunque lo ideal es que cada empresa haga un análisis exhaustivo sobre cuánto debería ser por concepto de deuda y cuánto debería ser por sociedad, las empresas más jóvenes tienden a no ser un buen negocio para entidades bancarias, dado que no cuentan con un respaldo o una trayectoria que les asegure la devolución de sus préstamos más los intereses respectivos. Y entre más pequeña la empresa, más difícil le es acceder a algún tipo de crédito.
Por ende, lo que más hacen las empresas que recién empiezan es acudir a familiares o amigos que funcionen como prestatarios en primera instancia. Luego vienen los inversionistas ángel y los fondos de inversión, esta última siendo la opción más profesional a la que tienen alcance.
No obstante, para cualquier oferente de recursos es muy importante saberle presentar la viabilidad de su idea de negocio. Independiente de su cercanía con el actor, este siempre pensará en si le es o no rentable otorgarle su dinero.
Por ejemplo, los negocios que más se acoplan con éxito vienen siendo las casas de empeño, las lavanderías, los remates que ofrecen centenares de productos al mismo precio, tiendas para niños o mascotas, venta de calzado y las cafeterías/panaderías.
De igual forma, el Reporte Global de Emprendimiento (AGER, por sus siglas en inglés) demuestra que es nuestro país hay un gran compromiso e innovación para poder desarrollar ideas de negocio que sean verdaderamente útiles. Actitudes que se evidenciaron con más fuerza en personas menores de 35 años.
Allí se reflejaron las incomodidades y preocupaciones de los emprendedores entorno a la situación económica que desmotiva el espíritu emprendedor y los impuestos como un factor crítico que ya no se sabe cómo manejar. En paralelo, pudo concluirse también que las áreas en las que más necesitamos apoyo corresponden a mercadeo, administración y financiamiento.
Bajo una mirada regional, Estados Unidos es el país que mejores índices tiene en cuanto a disponibilidad de tecnología, sistema educativo de apoyo, situación económica beneficiosa y hasta por tener unos impuestos manejables a nivel empresarial. Como era de esperarse, América Latina obtuvo de los más bajos porcentajes en estos criterios.
Asimismo, hoy día también se percibe una tendencia, a nivel mundial, por empezar a emprender más en la prestación de un servicio que en la venta de un producto. Precisamente, en este segmento es en donde vienen creciendo las startups a nivel regional con la prestación de servicios financieros, domiciliarios, mudanzas, finca raíz, asesorías en diversas ramas y hasta tutorías online (siendo predominantes las tutorías para aprender idiomas).
Tener claridad del ecosistema empresarial para los emprendimientos es importante para saber a profundidad por qué las personas deciden o se retractan de iniciar un nuevo negocio y qué tipo de empresas son las más atractivas en el mercado. La idea es que esto sirva a los promotores de estas empresas y a los hacedores de política para promover un sistema más simple y eficiente para las surgentes ideas de negocio.
Aunque nos presentamos al mundo como un país comprometido con apoyar nuestro ecosistema empresarial, la realidad a nivel interno se percibe muy diferente. Tenemos fuertes desequilibrios regionales, controversias fiscales, problemas en la formación y especialización de nuestro talento humano y contadas oportunidades para mirar a los mercados internacionales. Basta de promover el miedo al riesgo. Financiadores deben empezar a formular más soluciones en busca, y en promoción, del capital inteligente.
Autor: Raúl Avila Forero
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