Cuatro Vitaminas para el Coach

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Las vitaminas son elementos esenciales para nuestro cuerpo, para nuestra mente, para nuestro vivir diario. Todos sabemos de la importancia de estos elementos tan familiares que nos ayudan a percibir mejor la realidad, a que nuestras funciones se realicen correctamente, a la síntesis de los alimentos que tomamos…

La mayoría de las vitaminas se generan fuera de nuestro cuerpo y debemos adquirirlas a través de nuestra alimentación o a veces, con el simple acto de tomar el sol. Igualmente el coach necesita un adiestramiento para conseguir esas “vitaminas” que van a posibilitar que los procesos vayan perfectamente alineados con los objetivos de nuestro cliente y que nuestra actitud profesional sea la más provechosa para él.

La deficiencia de vitaminas se denomina hipovitaminosis mientras que el nivel excesivo de vitaminas se denomina hipervitaminosis. El coach debe sintetizar con las dosis precisas y encontrar en muchos casos ese equilibrio que haga funcionar como un reloj suizo el proceso y sobre todo que sea útil para nuestro cliente.

VITAMINA A: LA PRESENCIA

“La capacidad de estar en el aquí y ahora es lo que evita cualquier comparación y cualquier juicio sobre el cliente, cualquier hipótesis y cualquier idea de cómo deberían ser las cosas. Y toma lo que sucede como si fuera único y la única vez que sucede.” nos cuenta José Manuel Sánchez

Eckhart Tolle dice que “para mantenerse presente en la vida cotidiana resulta útil estar perfectamente arraigado en uno mismo, porque, de lo contrario la mente, que tiene una enorme inercia, te arrastra como la crecida de un río”. Qué no en un proceso profesional como es el coaching.

La adquisición de esta vitamina requiere de práctica. El coach debe aprender a hacer “reseteos” continuos para encontrar ese estado de presencia en el que el interés de cada cliente es lo más importante del mundo en ese momento.

“La presencia en la sesión de trabajo es vital. No existe nada fuera de la órbita de ese contexto y la escucha activa, la comprensión del lenguaje corporal, los pequeños actos que suceden, nos marcan nuestra presencia. Cuando estamos suficientemente presentes en la sesión de coaching, la escucha mejora notablemente, aparecen las preguntas adecuadas, encontramos un lugar de calma y estabilidad que nos libera de la impaciencia, podemos tomar más conciencia de las sensaciones corporales, de la comunicación no verbal, nuestra escucha se vuelve mucho más profunda, hay menos juicios, menos necesidad de querer resolver, de dirigir o manipular la sesión.” nos dice Miriam Ortiz de Zárate , coach con muchos años de experiencia.

VITAMINA B: LA CONFIANZA EN EL CLIENTE

Es imposible que un proceso fructifique sin la certeza del coach de que todos tenemos dentro todo el potencial para ser la mejor versión de nosotros mismos y desde ahí no soltar ninguna referencia de cuál debería ser el resultado, simplemente quedarnos al lado del cliente solo sosteniendo el espacio y las condiciones para que encuentre SU solución.

La confianza es la mejor vitamina para las relaciones. Hace que fructifiquen y evolucionen de manera sana. Cuando cultivamos la confianza en una relación, hacemos tres cosas: 1. Entregarla con apertura desde el minuto uno, sin reservarnos nada, desechando creencias limitantes como: “es mejor desconfiar de entrada, el otro debe ganarse mi confianza poco a poco”. 2. Cuidarla en el día a día, estar atento a mantenerla nutrida con pequeños gestos, con apoyo, refuerzo, cultivando emociones positivas, espacios de conversación, etc. La confianza hay que regarla y abonarla cada día para que crezca sana. Y 3. Repararla cuando se deteriora, cuando aparece un conflicto, cuando surge cualquier interferencia. Esto implica HABLAR, abrir conversaciones francas y honestas en las que poder expresar lo que pensamos, cómo nos sentimos, nuestras necesidades. Cuántas veces callamos para no generar conflicto y con ese silencio conseguimos precisamente lo contrario.
La confianza ejercida por un manager, un padre, un maestro y también un coach, impacta directamente en la autoestima del colaborador, del hijo, del alumno o del cliente. Cuando sentimos sobre nosotros la mirada confiada de alguien a quién damos autoridad, nos desafiamos más a nosotros mismos, llegamos más lejos, nos sentimos más empoderados.
Cuando miramos a alguien con poca confianza (en sus capacidades, en sus posibilidades de aprendizaje, en las opciones que tiene para conseguir sus metas), transmitimos un mensaje a través de nuestra Comunicación No Verbal, que puede hacer mucho daño al otro.

Las personas que lideramos equipos, educamos hijos o alumnos y por supuesto, también los coaches, tenemos una enorme responsabilidad aquí. Por eso es tan importante que aprendamos a desarrollar nuestra capacidad de generar confianza, de mantenerla en el día a día y de repararla cuando se estropea.

3. VITAMINA C: LA APERTURA DE CORAZÓN

“La apertura del corazón es la aceptación incondicional del otro. Y la aceptación del camino del otro como algo totalmente respetado y delimitado. El coach no recorre ni un instante del camino en lugar de su cliente. Respeto al cliente y al destino del cliente y por tanto como coach no tengo ninguna expectativa de si el cliente debería llegar aquí o allí o si la solución podría ser de esta o aquella otra forma.” nos dice José Manuel Sánchez.

Abrir el corazón es todo un reto y un camino de aprendizaje, porque nos hace sentirnos vulnerables. Nos cerramos para protegernos (igual que desconfiamos para evitar que nos hagan daño). Pero estas estrategias, en realidad, no nos ahorran ni un ápice de dolor. Por mucho que nos parezca que nos estamos “defendiendo”, en realidad, lo que estamos haciendo es cerrándonos a la vida, al contacto genuino, a la experiencia de la vida, en toda su amplitud y profundidad.

El coach se entrena en este proceso de abrir el corazón ante su cliente. Esto le permite acoger todo lo que trae y al mismo tiempo, entrar en contacto con su SER más auténtico, con su dimensión más profunda. Y al mismo tiempo, esta actitud genera un impacto muy importante en el cliente. La experiencia de sentirnos acogidos, de ser aceptados de manera incondicional, de ser escuchados sin juicios, es una experiencia muy poco frecuente para la mayoría de nosotros. Y cuando se produce, nos invita a aceptarnos mejor a nosotros mismos, nos anima a explorar más en nuestras sombras y nos reta a ir más lejos en nuestro camino de aprendizaje.

4. VITAMINA D: LA CAPACIDAD PARA SOSTENERNOS EN EL NO SABER

Esta vitamina es seguramente la que más nos constituye como coaches y la que más nos diferencia de otras profesiones de ayuda. Tener la capacidad de mantenersnos en la incertidumbre, en un espacio abierto de posibilidades para el cliente, sin saber qué ocurrirá. Ser capaces de abrir un espacio de reflexión sin querer llevar a nuestro cliente a ninguna solución en concreto. Simplemente ayudarle a que vea más opciones y que desde ahí pueda tomar sus propias decisiones. Aceptar que lo que nosotros sabemos o creemos saber sobre nuestro cliente, en realidad no es nada. Apenas un soplo.

Esto implica renunciar al control, a la garantía del resultado. Confiar en que el trabajo hace el trabajo. Nosotros somos únicamente un canal y para eso nos vaciamos todo lo posible, para no interferir. Hacemos preguntas, indagamos con curiosidad, no damos las cosas por hecho, no compramos los juicios sin revisarlos, evitamos rellenar los huecos…

Encontrar este lugar es todo un trabajo que requiere mucha constancia y entrenamiento, porque de alguna manera, va contra nuestra naturaleza, contra la tendencia a dirigir, controlar y enfocarnos en la búsqueda de soluciones, tareas todas ellas que, como coaches, tenemos que aprender a soltar.

Como en el espectro de las vitaminas reales, existen muchas más y cada una es perfeccionada por la práctica personalizada de cada profesional. Es un camino apasionante para el propio coach, que irá percibiendo que la fuerza que le dan esas “vitaminas” le van abriendo el camino en cada proceso, porque cada cliente es único.

Autor: Luis G Llorente

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